A
los cien años del nacimiento del gran escritor peruano, José María
Arguedas. Los estudiosos de su obra se aprestan a analizar la
contribución literaria y el pensamiento crítico de la sociedad
peruana que este excelso escritor peruano nos dejara como legado.
Con el ánimo de contribuir a este estudio, les presento este ensayo
que se concibió primeramente en el idioma inglés. En él analizó
los textos de "Los ríos profundos para identificar la
contradicción en los valores, de los opresores y los oprimidos,
registrados por el autor en la novela.
José María
Arguedas nació en 1911, en Andahuaylas, una región de los andes
centrales del Perú. “Los ríos profundos” se publicó en 1958 y
es una de las obras más aclamadas de la literatura indigenista.
‘La
literatura indigenista no puede darnos una versión rigurosamente
verista del indio. Tiene que idealizarlo y estilizarlo. Tampoco
puede darnos su propia ánima. Es todavía una literatura de
mestizos. Por eso se llama indigenista y no indígena, si debe
venir, vendrá a su tiempo. Cuando los propios indios estén en
grado de producirla’ (José Carlos Mariátegui, “Siete ensayos,
1958, p.252).
Arguedas no estiliza al indio pero su
narrativa se encuadra más en el terreno del indigenismo. Sin
embargo debemos estar conscientes de que el término indigenismo
necesita un mayor estudio.
Mario Vargas Llosa ha escrito una
descripción de uno de los mayores aspectos en “Los ríos
profundos”:la memoria:
“Como en esas cajas chinas que
encierran dentro de cada una, una más pequeña, en “Los ríos
profundos” la materia que da origen al libro es la memoria del
autor, de ella surge esa ficción en la que el protagonista a su
vez, vive alimentado de una realidad caduca, presente solamente en
su propia memoria. Tras esa operación de rescate del pasado,
Ernesto descubre su añoranza no mejor que la presente, sino vivida
en la inconsciencia, incluso, cuando todavía ignoraba el mal.
(Vargas Llosa, “Ensoñación y magia de José María Arguedas”,
Expreso, Lima. Es entonces a través de el recuerdo de Ernesto que
vamos a explorar la presencia de lo indio y lo hispánico en “Loa
ríos profundos”.
Desde el comienzo de la novela
podemos ver como la memoria de Ernesto es yuxtapuesta con la
realidad. Ernesto no espera llegar a la ciudad del Cusco para verla
tal como es , sino que compara Cusco con sus memorias de los relatos
hechos por su padre acerca de la gran ciudad de los Incas. ‘Entramos
al Cusco de noche. La estación del ferrocarril y la ancha avenida
por la que avanzamos lentamente, a pie, me sorprendieron. El
alumbrado eléctrico era más débil que el de algunos pueblos
pequeños que conocía. Verjas de madera o de acero defendían
jardines y casas modernas. El Cusco de mi padre, el que me había
descrito quizás mil veces, no podía ser ese’. (1).
El
Cusco impregnado en la memoria de Ernesto era e Cusco de los Incas.
Esto es obvio en la descripción mágica y respeto con que la
arquitectura inca es presentada al lector. – ‘Dondequiera que
vaya, las piedras que mandó formar Inca Roca me acompañarán.
Quisiera hacer aquí un juramento. –¿Un juramento? Estás
alterado, hijo. Vamos a la catedral. Aquí hay mucha oscuridad. Me
besó en la frente. Sus manos temblaban, pero tenían calor’. (2).
Esta cita muestra que el padre de Ernesto sabía de la confusión de
su hijo. También es claro que la arquitectura de la ciudad
impresionó al joven Ernesto. Evidencia son la descripción que hace
del Palacio de Inca Roca y cuando dice: ‘La construcción
colonial, suspendida sobre la muralla, tenía la apariencia de un
segundo piso. Me había olvidado de ella. En la calle angosta, la
pared española, blanqueada, no parecía servir sino para dar luz al
muro’. (3). En este pàrrafo esta claro que la pared inca, el
muro, recibía mayor importancia en la narración que la pared
española. Los españoles usaron la base de la arquitectura inca
para construir sus edificios. La catedral en Cusco es otro ejemplo
de la función secundaria de la cultura española en el universo
inca.
El párrafo de la página once muy bien
expresa la gran impresión que la arquitectura inca causó a
Ernesto: ‘Eran más grandes y extrañas de cuanto había imaginado
las piedras del muro incaico; bullían bajo el segundo piso encalado
que por el lado de la calle angosta era ciego. Me acordé, entonces,
de las canciones quechuas que repiten una frase patética constante:
río de sangre, agua sangrienta, lago de sangre que hierve; lágrimas
de sangre. ¿Acaso podía decirse; piedra de sangre, o piedra de
sangre hirviente? Era estático el muro, pero hervía por todas sus
líneas y la superficie era cambiante, como la de los ríos en el
verano, que tienen una cima así, hacía el centro del caudal, que
es la zona terrible, la más poderosa. Los indios llaman, al tiempo
violento de las danzas guerreras, al momento en que los bailarines
luchan. Puk-tik, yawarrumi! Exclamé frente al muro, en voz alta. Yo
como la calle seguía en silencio repetí la frase varias veces. El
viejo, su pariente tenía un concepto diferente del indio.
En
la página 23 el viejo cuenta acerca de los edificios lo siguiente:
‘Inca Roca lo edificó. Muestra el caos de los gentiles de mentes
primitivas’. El viejo no entendió el alma del indio. El pongo que
le sirve en su casa daba señales de fatalidad social y cuando
discutía de esa condición con su padre, Ernesto pregunta por qué
esta situación era permitida por el Inca a lo que el padre
responde: ‘los incas están muertos’. Esta es la intriga social
de la novela: la realidad pasada y la memoria de Ernesto que se
desarrolla durante la narración. El zumbayllu es una historia
incluida por Arguedas en “Los ríos profundos’.
El
capítulo VI contiene un pasaje en el cual el narrador expresa su
preocupación con el nivel de entendimiento de sus lectores no
quechua hablantes. El narrador no solo está interesado en una
comunicación semántica con su audiencia sino que él desea proveer
al lector el contenido del lenguaje espiritual. El texto contiene un
concienzudo intento por parte del autor de presentar la cultura
Quechua al lector, que es visto como a alguien que no la conoce.
Esto se puede apreciar en el siguiente comentario lingüístico: ‘La
terminación Quechua yllu es una. Yllu representa en una de sus
formas la música que producen las pequeñas alas en vuelo; música
que surge del movimiento de los objetos leves. Esta voz tiene
semejanza con otra más vasta: illa. Illa nombra a cierta especie de
luz y a los monstros que nacieron heridos por los rayos de la luna.
Illa es un niño de dos cabezas o un becerro decapitado; o un
peñasco gigante, todo negro y lucido, cuya superficie apareciera
cruzada por una vena ancha de roca blanca, de opaca luz; es también
illa una mazorca cuyas hileras de maíz se entrecruzan o forman
remolinos; son illas los toros míticos que se hayan al fondo de los
lagos solitarios, de las altas lagunas rodeadas de totora, pobladas
de patos negros. Todas la illas, causan el bien o el mal, pero
siempre en el grado sumo. Tocar una illa, y morir o alcanzar la
resurrección, es posible. Esta voz illa tiene parentesco fonético
y una cierta comunidad de sentido con la terminación yllu’.
(5).
La misma preocupación por la explicación
cultural la encontramos en la manera como explica el narrador la
producción por parte de los indios de sus flautas: ‘pinkuyllu,
mamak’. El uso de estos instrumentos tiene funciones que solamente
pueden ser entendidas por medio de la comprensión de la escala de
valores de la cultura inca, sus emociones: 'Pinfuyllu es el nombre
de la quena gigante que tocan los indios del sur durante las fiestas
comunales. El pinkuyllu no se toca jamás en las fiestas de los
hogares. Es un instrumento épico.
No lo fabrican
de caña común ni de carrizo, ni siquiera de mamak, caña
extraordinaria y dos veces más larga que la caña brava. El hueco
del mamak es oscuro y profundo. En las regiones donde no existe el
huaranhuay los indios fabrican pinkuyllus menores de mamak, pero no
se atreven a dar al instrumento el nombre de pinkuyllu, le llaman
simplemante mamak, para diferenciarlo de la quena familiar. Mamak
quiere decir la madre, germinadora, la que da origen; es un nombre
mágico. Pero no hay caña natural que pueda servir de materia para
un pinkuyllu; el hombre tiene que fabricarlo por si mismo. Construye
un mamak más profundo y grave; como no nace ni aún ni en la selva.
Una gran curva extrae el corazón de las ramas del huarahuay, luego
lo curva al sol y lo ajusta con los nervios de toro. No es posible
ver directamente la luz que entra por el hueco del extremo inferior
del madero vacío, solo se distingue una penumbra que brota de la
curva, un blanco resplandor, como el del horizonte en que ha caído
el sol’. (6).
En el último párrafo podemos
apreciar la intención del narrador de proveer la máxima
representación de los detalles culturales incas. Él continua para
describir la conducta del indio cuando toca los instrumentos
musicales: el pinkuyllu y el wak’rapuku son usados solamente para
tocar canciones épicas y para acompañar danzas de los indios que
en estado etílico cantan viejas canciones de guerra y mientras unos
tocan las canciones otros se dan a trompadas ciegamente, sangran y
luego lloran cerca a las sombras de las altas montañas, cerca a los
abismos, o en frente de los lagos congelados, y las estepas. Durante
las celebraciones religiosas esos instrumentos no fueron tocados.
Pero si fueron usados durante ceremonias para nombrar a las
autoridades comunales; durante las fieras luchas sostenidas por los
jóvenes los días del carnaval, cuando se marcaba al ganado o
durante las corridas de toros. (“Los ríos profundos”, p.74,75).
En el mismo párrafo el narrador nos muestra signos de integración
cultural occidental como son la corrida de toros y la marca del
ganado. Para algunos la intención de herir al toro es moralmente
más inaceptable que La voluntaria flagelación que se infligían
los nativos peruanos durante sus danzas épicas. Es cierto que la
corrida de toros ha sido tomada por los nativos peruanos. Sin
embargo hay que notar que en varias regiones los nativos no
sacrifican al animal.
La marca de ganado también
fue desconocida, o no practicada por los nativos, en el pasado. En
la música andina podemos ver una influencia ‘hispánica’ en el
wak’rupuku que es una flauta hecha del cuerno del toro. La
boquilla de metal añadida a este instrumento es también de
procedencia hispánica. El narrador surte esta información cuando
registra: ‘el wak’rapuku es una corneta hecha de cuernos de
toro, de los cueros más gruesos y torcidos. Le ponen la boquilla de
plata o de bronce’ (7). El mestizaje cultural de Arguedas y su
conciencia de ello son convincentes en la mente de Arguedas. Él
escribió de su reflexión acerca de estar viviendo en un mundo
dividido. Para Arguedas el mestizaje es una división, un accidente,
un inevitable encuentro cultural que necesita ser examinado con
equidad y tolerancia.
Antonio Cornejo Polar, en su
libro “Los universos narrativos de José María Arguedas”, ha
escrito que en “Yawar fiesta”, y con menor claridad en “Los
ríos profundos”, el contraste es entre los mundos costeño y
andino. El mundo del indio contra los elementos del mundo del
hispánico de la ciudad. Cornejo Polar interpreta que esta división
ha sido originada por la desigualdad socio económica y cultural.
‘Se trata de una de las obsesiones que impregnan dolorosamente la
actitud de Arguedas: la conciencia de vivir en un país dividido'.
(8). Esto es obvio cuando comparamos el recuerdo del infantil
Ernesto con la descripción de su vida in la escuela católica. En
la primera, el mundo comunal, es descrito diferente: la ciudad
occidental está llena de vicios individuales, ambición personal y
codicia. ‘Es un lugar donde la gente se mata entre ellas en una
absurda batalla por dinero y poder’.
El siguiente
pasaje de la escuela, una institución del hombre blanco, pueden
proveernos con una visión del espíritu de la escuela: ‘El padre
director empezaba suavemente sus prédicas. Elogiaba a la virgen con
palabras conmovedoras; su voz era armoniosa y delgada, pero se
exaltaba pronto. Odiaba a Chile y encontraba siempre la forma de
pasar de los temas religiosos hacía el loor de la patria y de sus
héroes.
Predicaba la futura guerra contra los
chilenos. Llamaba a los jóvenes y a los niños para que se
prepararan y no se olvidaran nunca que su deber más grande era
alcanzar el desquite. Elogiaba a los hacendados; decía que ellos
eran el fundamento de la patria, los pilares que sostenían su
riqueza. Se refería a la religiosidad de los señores, al cuidado
con que conservaban las capillas de las haciendas y a la obligación
que imponían entre los indios de confesarse, de comulgar, de
casarse y vivir en paz, en el trabajo humilde. Luego bajaba
nuevamente la voz y narraba algún pasaje del calvario. Después de
la misa, las autoridades y los hacendados los esperaban en la puerta
de la iglesia: lo rodeaban y lo acompañaban hasta el colegio’.
(9).
En contraste con nuestra última cita podemos
referirnos a una que, en lugar de odio y venganza, nos provee
sentimientos de amor. Es un pasaje que concierne a los indios:
‘Huyendo de parientes crueles pedí misericordia a un ayllu que
sembraba maíz en la más pequeña y alegre quebrada que he
conocido. Espinos de flores ardientes y el canto de las torcazas
iluminaban los maizales. Los jefes de la familia y las señoras,
mamakunas de la comunidad, me protegieron y me infundieron la
impagable ternura en que vivo’. (10).
El
conflicto entre el indio y la cultura occidental puede ser visto en
el siguiente pasaje. Un estudiante de extracción india expresa sus
sentimientos de desacuerdo con relación a la institución
educacional. ‘El interno más humilde y uno de los más pequeños
era Palacios. Había venido de una aldea de la cordillera. Leía
penosamente y no entendía bien el castellano. Era el único alumno
del Colegio que procedía de un ayllu de indios. Su humildad se
debía a su origen y a su torpeza. Varios alumnos pretendimos
ayudarlo a estudiar, inútilmente; no lograban comprender y
permanecía extraño, irremediablemente alejado del ambiente del
colegio, de cuanto explicaban los profesores y del contenido de los
libros.
Estaba condenado a la tortura del internado
y de las clases. Sin embargo, su padre insistía en mantenerlo en el
Colegio, con tenacidad invencible. Era un hombre alto, vestido con
traje de mestizo. Usaba corbata y polainas. Visitaba a su hijo todos
los meses. Se quedaba con él en la sala de recibo, y le oíamos
vociferar encolerizado. Hablaba en castellano, pero cuando se
irritaba, perdía la serenidad e insultaba en quechua a su hijo.
Palacios se quejaba, imploraba a su padre que lo sacara del
internado’. (11). La última cita refleja claramente el dilema y
experiencia de Arguedas desde su niñez: el dilema del mestizaje se
muestra en la forma de ambigüedad racial. Por ejemplo la actitud
del padre de Palacios, un cholo, que hablaba en español cuando
estaba calmado pero en Quechua, el lenguaje inca, cuando estaba
molesto. Este fenómeno puede ser observado en varios pasajes del
libro. Ernesto, un personaje autobiográfico, muestra varios signos
de ambigüedad racial, a los que me referiré más tarde. Julio
Ortega dijo lo siguiente acerca de Arguedas: ‘El personaje de sus
cuentos derivaba constantemente en esta ambigüedad racial, que es
una lucha solitaria entre la configuración afectivamente indígena
y las urgencias de la conciencia’. (12).
El mestizaje
está presente también en otros pasajes, por ejemplo, el narrador
dice que Antero, el estudiante del segundo año, el dueño de los
zumbayllus, tiene pelo rubio (p.77), pero el también dice después
(p.80) que las raíces del pelo de Antero eran negras. El papá de
Ernesto debemos recordar eran azules. Y que Antero y el Markaska,
tenían preferencia por las muchachas de tez oscura. Y flaquitas:
‘De lejos y de cerca he mirado a todas las chicas. Y ella es la
reina. Se llama Salvinia. Está en el Colegio de Las Mercedes. Vive
en la Avenida de Condebamba, cerca del hospital. Tiene ojos
chiquitos y negros. El cerquillo le tapa la frente. Es bien morena,
casi negra’. (13). El gusto de Ernesto por el tipo de las
muchachas que prefiere es diferente (en la p. 68) cuando el recuerda
a la chica de sus sueños. Allí, Ernesto, manifiesta su preferencia
por una muchacha delgada, pequeña y de ojos azules: ‘debía ser
delgada y pequeña, de ojos azules, y de trenzas’. (14). Sin
embargo, si lo último es una ambigüedad de atracción racial
cuando examinamos los problemas de raza y poder, encontramos en “Los
ríos profundos’ bien definido quienes son los que controlan el
poder. También vemos la pobre condición del pongo, quechua
hablante, vestido en harapos o la del mestizo que aunque gozando de
diferente condición no eliminaba su condición de empleado del
viejo, como el pongo. Las penurias de estos personajes se miden por
su grado de transculturación.
El mestizo vestido
con atuendos occidentales y mejor comando del lenguaje español se
ubica en mejor lugar de la pirámide social. La relación social del
pongo era muy diferente a la que tenía Antero. Ernesto está
consciente de esto cuando dice: ‘Hasta aquella mañana de los
zumbayllus, Antero había sido notable únicamente por el extraño
color de su cabello y por sus grandes lunares negros. El apodo lo
singularizó pero le quitó toda la importancia a la rareza de su
rostro, me dijeron cuando pregunté por él. Era mayor que yo y
estudiaba en el segundo grado de media; me adelantaba en dos grados.
En su clase no se distinguía ni por excelente ni por tardo. No
tenía amigos íntimos y era discreto. Sin embargo, algún poder
tenía,, alguna autoridad innata, cuando sus compañeros no lo
convirtieron en “punto” de la clase, es decir, en el hazmereir,
en el manso, o el raro, el predilecto de las bromas. A él solo le
pusieron un apodo que no lo repetían ni con exceso ni en son de
burla’. (15).
La división de clases también se
muestra al comprobarse que tanto Antero como el viejo o Salvina
poseían sirvientes indios. Esto está claro cuando Antero, dice:
‘No, todavía no. Pero con su sirvienta le he mandado decir. Su
sirvienta es de mi pueblo’. (p.81). En la escuela la división de
clases se manifiesta por una combinación de factores: racial,
étnicos y económicos. El hermano Miguel, cura mulato, se encuentra
ubicado en la base de la jerarquía del clero. Palacios, el
estudiante indio, es también el más humilde de sus compañeros.
Sin embargo, la presencia de Palacitos en la escuela es debido a la
posición económica del padre. La opa, la mujer loca, era de
extracción indígena como también lo eran los sirvientes de la
escuela.
En el capítulo XI, titulado “Los colonos”,
se puede apreciar que Gerardo y Pablo, hijos del comandante del
pueblo, presentaban distintas características sociales: son como
iconos de la vida en la ciudad. La preponderancia de los criollos
sobre los indios o gente de extracción rural puede reflejarse en el
siguiente párrafo:,’Pablo, el hermano de Gerardo se hizo amigo de
Valle. Él también cultivaba la erudición y la elegancia.
Conquistó, además, a un Martel, a un Garmendia, y a un joven
delgado y pálido, de apellido extranjero, que tampoco se mezclaba
con la plebe. Cuidaban de su ropa y no iban al campo de
tierra.
Subían durante los recreos al corredor
alto. El Padre Director los toleraba. Ocuparon también la parte del
corredor que daba al salón privado del Director, sobre la bóveda
de entrada al colegio. El Padre no los echó de allí. Reunidos en
ese lugar privado, limpios, con los puños de la camisa almidonados,
sus corbatas de seda bien cuidadas, y el k’ompo de Valle que se
hizo cotidiano, ese grupo de alumnos que daba la impresión de gente
empingorotada que estuviera de visita en el Colegio.’(16).
La
dicotomía ciudad-pueblo o criollo-indio, en esta novela, no es tan
clara como en sus otras obras. Sin embargo las complexidades
culturales y étnicas aludidas en ‘Los ríos profundos´ nos hacen
percibir la presente realidad. El arribo de los costeños a Abancay
parece que hizo más clara la distinción entre los dos grupos
raciales. Gerardo parece haber tenido éxito en influenciar a sus
compañeros de colegio:
"-Romero también se
dejaba guiar por él’. ‘-No hay discusión,- decía’. ‘En la
costa saben más que nosotros tienen más adelanto en todo. Dejo de
tocar su rondín varias noches. Lo sentí preocupado. Yo lo seguía.
Palacitos estaba deslumbrado por sus nuevos descubrimientos'. ‘–No
puedo tocar. No hay animo –me dijo Romero, cierta noche'. ‘-Sin
ti no habría equipo, de nada'. 'Y no conoces sino Andahuaylas y
Abancay, y el camino -le dije'. '–¿Así que tú crees que en la
costa no hay más adelanto? –Sí, creo que hay más adelanto.
Pero, ¿Quién te gana a ti en salto largo? ¿Quién te pasa en la
defensa? ¿Te pasa Gerardo? ¿No he visto como le haces hociquear en
el campo y la bola queda a tus pies? Romero era ingenuo, alto
fuerte, creyente'. 'Tocó huaynos en seguida, esa noche. ¿Casi te
avergonzamos del huayno, no? – le pregunté -¿Será eso? –dijo'.
(p.219)".
En el siguiente párrafo, Romero explica
lo que siente acerca de la influencia que ejerce Gerardo sobre sus
compañeros. Romero dice que Gerardo, el chico de la ciudad,, no
entiende el quechua no sé si me desprecia cuando me oye hablar
quechua con los otros. Pero no entiende, y se queda mirando, creo
como si uno fuera llama’. (p.220). La Iglesia también cumple un
papel en la dicotomía indio-hispánica dicotomía del trabajo de
Arguedas. En ‘Los ríos profundos’ el mensaje de los curas a los
indios es distintivo y contradictorio en relación al mensaje que
dirige a los terratenientes. La Iglesia ayuda a consolidar el poder
en las manos de los ricos. Esto es obvio en el siguiente párrafo:
‘Aquí hemos venido a llorar, a padecer, a sufrir, a que las
espinas nos atraviesen el corazón como a Nuestra Señora! ¿Quién
padeció más que ella? (17). Indudablemente este era un mensaje que
buscaba la resignación del indio a su miserable existencia y a la
preservación de la clase del blanco, criollo, terrateniente, como
clase dominante.
En 1968 el gobierno nacionalista del
General Velasco Alvarado promulgó la Reforma Agraria. En 1969,
Arguedas se suicida dentro de un claustro universitario donde
trabajaba como catedrático.
Estoy de acuerdo con
Sara Castro Klaren (18) cuando ella nos dice que la literatura de
Arguedas no es ni indianista ni indigenista, tampoco regionalista ni
‘novela de la tierra’; tampoco es una novela protesta. Lo que
Arguedas hace es sintetizar todas esas corrientes para ofrecernos
una visión íntima de un mundo nacional hasta ese momento
inexplorado. Arguedas, a través de una narrativa realista, dibuja
una refinada memoria de su vida en los andes del Perú que fue foco,
y continua siéndolo, de una confrontación histórica entre la
cultura autóctona oprimida y la occidental
opresora.
Bibliografía
1 “Los ríos
profundos”,p.8, Alianza Editorial, Madrid 1994
2 Idem,
p.13.
3 Idem, p.12.
4 Idem, p.35.
5 Idem, p. 72.
6
Idem, p. 73.
7 Idem, p.73.
8 Cornejo, Polar Antonio, “Los
universos narrativos de JMA”, p.17, Losada, Buenos Aires, 1973.
9
“Los ríos profundos”, p.49,50.
10 Idem, p. 48.
11
Idem, p. 60.
12 Ortega, Julio, Introducción to “Los ríos
profundos”, Pergamon Press, Oxford, 1973.
13 “Los ríos
profundos”, p.81.
14 Idem, p. 68.
15 Idem, p. 80.
16
Idem, p. 128.
17 Idem, p. 124.
18 Castro Klaren, Sara, “El
mundo mágico de JMA”, p.17,IEP, Lima, 1973.

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