Por: Samuel Cavero Galiumidi
Soy
poeta para vivir y abogado para sobrevivir», nos dice el distinguido
abogado, poeta y narrador Raúl Gálvez, intelectual y pensador muy
polifacético.
¡Cuánta verdad hay en tan pocas
palabras!
Las aventuras literarias son una variante
del instinto de supervivencia. Lo es más Raúl Gálvez Cuellar, un
escritor tacneño osado aventurero del tiempo, en esencia caballero
de terno y sombrero, hombre corajudo y perseverante, de versos que
trasuntan amistad y homenaje a poetas representativos como Chaco Gil,
Pablo Quevedo, Carmen Amarilis, Julio Solórzano, entre otros.
Pero
hay en su poesía también, como buen tacneño, un acerado
nacionalismo, ferviente lirismo, desbordada pasión, sentimiento por
amores, rebeldía política y social. Escribimos para no morir del
todo, para huir de la muerte, escondiéndonos tras unas pocas
palabras memorables, para habitar por siempre el corazón del hombre.
Ese, quizá, sea el mensaje de las creaciones de Raúl Gálvez
Cuellar.
Se pregunta Pere Gimferrer: ¿Qué puede ser el
escritor sino una pasión sostenida del lenguaje? Lo mismo nos
preguntamos, recordando las poesías, cuentos, pensamientos y
aforismos de Raúl Gálvez. Pastor de frases memorables, de discursos
muy aplaudidos, de cuentos muchos de ellos autobiográficos y de
versos imaginativos. Cosechador de imágenes sociales de nuestro
tiempo a través de la palabra que nos duelen por ser verdades, que
ejemplariza nuestra sociedad haciendo muchas veces pus o nos conmueve
el espíritu. En esto nos recuerda a Manuel Gonzáles Prada. Por
ejemplo cuando en uno de sus pensamientos nos dice: «Cuando paseo
por el jirón de La Unión ya no necesito ir por el zoológico», o
cuando dice: «Si los gallinazos comieran el cadáver de un político,
morirían envenenados».
En su poema Suficiente se
pregunta «si hay algo más bello que la palabra»; nos
dice:
Esgrimo la palabra
En este duelo a
muerte
contra mí y la muerte;
y aunque nadie crea,
tengo
que degollarla urgentemente.
En ese sentido, desde la
urdimbre de la palabra y la representación artística, es también
homenaje a sus creaciones, que nos motivan a conocer y estudiar mejor
su producción literaria y pedagógica un tanto olvidada por la
crítica oficial.
Debo advertir que cuando llegué
hasta Raúl Gálvez, gran poeta redivivo, me encontré con un hombre
maduro, sombrero de copa, pensé entonces en un académico de
renombre, un escritor viajero de fama, de inmensa barba, con cara de
revolucionario; lo miré fijamente. Esa fue mi primera impresión. A
mi costado se hallaba firmando autógrafos con letra marinera en sus
libros. Su propia vida y sus escritos, así la burla que él mismo
hace de su calvicie, nos recuerdan a Filemón, personaje de la
mitología griega, esposo de Baucis. Filemón, poeta cómico de la
Antigua Grecia. Se le considera el creador de la comedia de
costumbres. Se dice que murió en plena gloria escénica al ser
coronado. Quizá también, como Filemón, Raúl Gálvez muera
glorificado por sus escritos, por su extremada sencillez, su nobleza
y su manera de ser tan peculiar de ser, pues es además un recreador
de nuestra bigarrada vida social y política. El Poema Poetú de su
libro Poesía, Cuentos Y Pensamientos, recrea bien el novedoso juego
de palabras, su talento imaginativo y su apasionada personalidad:
En
mi querido Perú
cualquiera es poetú:
solo hay que tener
platú
para ir a la imprentú.
O a veces tan
solamente
debes ser ministro:
Sin tener nada en la
mente,
pero mucha concha fresca,
Y vivir como adulón
Y
morir como sobón.
Leyendo sus libros, a sus ochenta años
bien celebrados, Raúl Gálvez nos invita a hacer una gimnasia del
alma y un ejercicio autocrítico de nuestra sociedad y de sus
politicastros demagogos y badulaques. Cada vez que uno lo lee hace un
esfuerzo para no soltar una lágrima o contener una carcajada,
consigue dos tipos de efectos: consigue dos efectos: los de carácter
físico —contraer los músculos de la cara y de la garganta,
encorvarse y respirar de manera artificial— y los de carácter
energético.
Y es que Raúl Gálvez sabe que la cara
es el espejo del alma. Espíritu fraterno y solidario. Por eso rezan
sus versos: «Desciende el poeta desde la alta colina / que levantó
su corazón».
La común tendencia a hablar sobre los
detalles de los demás no tiene buena reputación. Santiago Risso
hizo una magnífica reseña de los rasgos más saltantes de su
extraordinaria personalidad. Pero como Raúl Gálvez, la mayor parte
de la gente siente, en efecto, la necesidad de escuchar historias y,
a su vez, volver a contarlas. Los escritos de Raúl Gálvez no hacen
otra cosa que satisfacer esa necesidad humana con palabras sencillas,
nada rebuscadas, que nos recuerdan al tradicionista Ricardo Palma. En
Gálvez está presente en sus relatos los trabajos por él realizados
y sus anécdotas tragicómicas. Así debe comprenderse los cuentos:
Sálvese quien pueda, la Feria del Mundo, Director de Correos,
Burocracia, Isósceles, Santo y Seña, A. T. R. P, que en buena
cuenta es la Asociación de Telegrafistas y Radiotelegrafistas
Peruanos que le trajo muchos recuerdos memorables al escritor, entre
otros relatos que hemos festejado leyéndolos.
Y es
que como ingenioso escritor Raúl Gálvez sabe que la necesidad de
escuchar historias se pierde en la noche de los tiempos. Se
manifiesta incluso en la vejez y la tierna infancia. Los niños (y
adultos), leyéndolo, se muestran en este sentido, alertas. No se
resignan a dormirse sin escuchar sus historias. Una y mil veces
repetidas, o inventadas sobre la marcha. En el mundo de los adultos
el hábito por leerlo tampoco desparece, se potencia cuando sabemos
que un viejo como él nos dice grandes verdades. Nuestro deseo lector
se transforma en una forma de antropofagia por la lectura. Es deseo
de devorar sus historias donde se encierra la memorable anécdota.
El
resultado es que, leyéndolo, nos damos cuenta, con esta democracia y
políticos pregoneros no hemos alcanzado ni la justicia, ni la
felicidad, no la conservación del agua y otros recursos vitales, ni
nos hemos desembarazado de la burocracia estatal y como él nos
decimos: felizmente no seguimos ya tan atrasados como hace décadas,
a manera de consuelo. Pero como Raúl, y sus escritos, nos seguimos
preguntando: ¿A qué nos llevó la democracia? ¿A qué nos llevó
la libertad tantas veces pregonada? Pues a nada lejos, ya los países
latinoamericanos vivimos este nuevo siglo modernizándonos,
resolviendo nuestros propios problemas, pero dentro de un clima de
inseguridad y zozobra. La pobreza y las desigualdades sociales
continúan, han potenciado la violencia social a niveles muy
delicados. Será, como dice en el poema Patria o Muerte, dedicado a
los mineros bolivianos, que: «ha llegado la hora en la dialéctica
regresiva, / en la historia de los pueblos de América Latina / en la
espiral del caracol…».
«Soy más viejo, por tanto más
libre, por tanto más radical», dice José Saramango.
Siempre
pensaremos que Raúl Gálvez fue un gran pensador, hombre de su
tiempo, en el sentido de Unamuno y Saramango. Su marxismo herético
tiene profundas afinidades con el de escritores marxistas
occidentales tan importantes como Antonio Gramsci, Gyorgy Lukács y
Walter Benjamín. Y siempre que lo vinculemos con otros escenarios
políticos, realidades, países y personajes, el legado ideológico
dejado en sus escritos se multiplica, hermana y enriquece.
¡Maestro
Gálvez, luego de caernos y levantarnos miles de veces desde las
izquierdas, recordaremos que hubo una sabia voz interior que nos
advirtió (en sus escritos) sobre lo que debíamos o no hacer, y a
veces no le hicimos el menor caso!
Filemón es un
nombre propio de origen griego, personaje de la mitología griega,
esposo de Baucis. Filemón, poeta cómico de la Antigua Grecia. Se le
considera el creador de la comedia de costumbres. Se dice que murió
en plena gloria escénica al ser coronado.
¿Cómo definir
el perfil de su personalidad solemne, otras veces jocosa y
humorística de Raúl Gálvez? Sus cuentos Tormenta, Santo y Seña y
otros, son divertidos y de final sorprendente.
Octavio
Paz: «Poesía de soledad y poesía de comunión», en Las peras del
olmo, tiene su propia filosofía personal respecto a la poesía: Y,
sin embargo, la poesía sigue siendo una fuerza capaz de revelar al
hombre sus sueños, invita a vivirlos en pleno día. El poeta expresa
el sueño del hombre y del mundo y nos dice, como Raúl Gálvez lo
hace en sus versos, que somos algo más que una máquina o un
instrumento, que mercancía y trabajo, que somos un poco más que esa
sangre que se derrama para enriquecer a los poderosos o sostener a la
injusticia en el poder. Sus sueños nos invita a vivir despiertos
nuestros sueños: a ser no ya soñadores, sino el sueño mismo.
También, celebrando los escritos de Raúl Gálvez, nos hace repensar
que todos tenemos un Quijote y un Sancho en nosotros mismos, en
nuestros propósitos, en nuestros sueños, incluso en nuestros
escritos, que evolucionan formando un arco de lira en nuestra curiosa
y conflictiva personalidad
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