Por: WINSTON ORRILLO)
La
luna lloró por el/ roce de nuestros labios en el averno./ Los celos
misteriosos del Universo”
“El clavel y la rosa/ felices se
unieron y fundieron sus aromas./ Luna de miel del paraíso”
José
Beltrán Peña
Difícilmente puede hallarse otro como él: tal hemos titulado
nuestra nota aproximativa. Hombre de letras…y de amores. Porque
Pepe Beltrán Peña conjuga, unimisma, la infatigable tarea de todo
un hombre de letras al fundar y mantener, activas, la Sociedad
Literaria Amantes del País, su revista poética Palabra en Libertad,
así como, Gaviota Azul Editores, y la (necesaria) organización
mensual de homenajes, en vivo y en directo (en el querido Club Social
Miraflores) , a nuestros autores, creadores, ensayistas, que, a
partir del ímprobo trabajo de JBP, no tienen que esperar al minuto
de silencio ya los homenajes post morten (porque el nuestro, ya lo
han dicho muchos, es un país necrófilo).
Con todo lo anterior,
bastaría para hacer pleno un currículum vitae –que en algunos
casos es ridiculum v.), amén de que nuestro autor, lirida nacido en
Limalahorrible, tiene una ingente cantidad de libros de poemas
publicados, además de un culto impertérrito a la mujer (lo que
nunca me ha sido posible preguntarle si es que alguna vez lo llevaron
a altar),a la hembra fogosa que, mutatis mutandis, él (y muchos de
nosotros) convertimos en estrofas, para disimular los alaridos de la
pasión.
Ergo, el amor y su encarnación concreta, es un
leitmotiv de su lírica, que se ha presentado en volúmenes como
Evangelio de la poesía (1995); Serpiente de Eva (1997); La palabra
en libertad (1997), Pétalos y espinas (Haikus (2002; Lienzos
poéticos/ Haikus (2007); La posada del ángel/Intimores (2012);
Antología poética personal (2012; Amoramar (Antología poética
amorosa) (2013) , y finalmente, Intimores de amor (2015).
El
breve volumen que ahora reseñamos tiene un sintomático epígrafe
nada menos que del autor de Los Heraldos Negros, el mismo que
dice:
“¡Amor en el mundo tú eres un pecado! /¡Mi beso es la
punta chispeante del cuerno/ del diablo, mi beso que es credo
sagrado!”
Totalmente congruente, pues. En los versos
vallejianos hay esa sensibilidad “cristiana” –equivocadamente
cristiana- del amor como un “pecado”, lo que determina que, el
beso, una de sus manifestaciones más ínsitas, devenga en la “punta
chispeante del cuerno del diablo”; sin embargo, el bardo, al
concluir la estrofa, se impone, pues nos dice que “su beso” es
credo sagrado… En fin, vemos a la vida arrinconar a la muerte, al
“pecado” con el que la falacia religiosa quiere envolver lo
naturalmente vital.
Y, lo que hemos explicado con alguna
precisión, tiene que ver con los intimores (forma poética inventada
por JBP, que consta de tres versos de cinco, siete y cinco palabras;
a diferencia de los haikus que tienen la misma variación, secuencia,
pero no en palabras, sino en sílabas).
Veamos algunos:
XVI:
“El clavel y la rosa/ felices se unieron y fundieron sus aromas./
Luna de miel del paraíso”.
XX: “En tu corazón mi existir/
en tus ojos el color del camino/ en tu palabra mi salvación”.
XXII:
“Que sueñes con los angelitos”,/ son palabras maternales de una
bella geisha./ El niño renació entre canas”.
XXX.: “Mi
padre y mi madre/unieron sus vidas y sus cuerpos/ incansablemente:/
el demonio murió, nací yo.”
XXXVI: “La palabra amor
resbaló en/ la punta hermosa de su gran ego./ Mordió la lengua del
diablo.”
LXI”: Madera carnal del hermoso pecado/ alegre
llanto, tristeza alegre. Sol Luna bipolar./ Tu cuerpo es lava
ardiente.”
Otro elemento, entre los muchos, que espigamos en
este escueto volumen de versos, es el humor (tan vallejiano, por otra
parte: tan de uso necesario como anticlímax en la poesía de todos
los tiempos):
XXXVII: “La cama de un hotel/ maldice el encanto
del amor entre tres./ Èl que se enamora pierde¨”.
Nos parece
suficiente para invitarlos a leer –o releer- a José Beltrán Peña.

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